La decisión del Consejo Permanente de la OEA en la cual, por abrumadora mayoría, resultó derrotada la moción del imperio para intervenir en Venezuela, marca un punto de inflexión histórica de especial relevancia en el continente. Este triunfo es fruto del esfuerzo del Comandante Presidente Chávez, y ahora del Presidente Maduro, por fortalecer la integración latinoamericana para contrapesar la hegemonía geopolítica imperial, a través del fortalecimiento de la soberanía y unidad regional de Nuestra América, con Mercosur, Unasur y el Celac. Ya en 2009, se levantó el veto que por casi cincuenta años expulsó al hermano país de Cuba de esa instancia, tradicionalmente al servicio de los intereses imperiales. Ambos casos, son parte del legado de integración latinoamericana que nos dejó Chávez y soñó el Libertador. Vemos como el “Chávez vive, la lucha sigue”, es mucho más que una consigna emotiva, como la tildan algunos opositores. A su vez, la derrota imperial reciente por 29 votos en contra, 3 a favor y 1 abstención, es un golpe tremendo al plan golpista de la ultraderecha.
El su primera etapa este plan contempla la desestabilización del orden público a través de las llamadas guarimbas dirigidas desde EE.UU. y Colombia, para el saboteo y la paralización de la cadena de servicios básicos (alimentación, transporte, salud, educación, etc.), el libre tránsito y de la gestión oficial. La fase siguiente implica el control territorial y/o instalaciones gubernamentales emblemáticas, operaciones encubiertas (atentados y/o quemas de estructuras productivas o energéticas, asesinatos selectivos de dirigentes revolucionarios o de oposición, etc.) para crear la sensación de ingobernabilidad, así como, captar militares desafectos o componentes de las fuerzas de seguridad, para reducir la capacidad de respuesta del Estado. Finalmente, el plan se corona con la deslegitimación del gobierno y la intervención directa de organismos extranjeros para propiciar “la mediación” para el “restablecimiento del equilibrio social”, favorables a la oligarquía y el imperio. Todo lo anterior, se ampara en una gigantesca operación mediática mundial, que busca sustituir la realidad por mentiras y verdades. Esa fue la receta aplicada en Serbia, Ucrania y Siria, con su variante militar en Libia e intentos fracasados en Bolivia y Ecuador.
Hasta ahora el plan ha sido desarticulado, pero estamos frente a un enemigo que no cejará en su empeño. Las tareas inmediatas siguen siendo las mismas: cerrar filas junto al Presidente Maduro, rectificar lo que sea necesario y blindar la unidad cívico-militar para la defensa y avance de la revolución bolivariana.
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