Una nueva cabeza, o sigla, tiene la reacción venezolana. La semana pasada, dos momias redivivas caracterizadas por su ataque permanente al Estado de Derecho, lanzaron una organización llamada “Un nuevo orden”; por cierto, el mismo nombre del único intento de partido abierta y explícitamente nazifascista que hubo en Venezuela, hará casi 40 años.
Como la hidra, aquel monstruo de la mitología griega, la contrarrevolución tiene incontables cabezas, contando siglas, voceros y supuestos liderazgos. Están los “demócratas”, como Acción Democrática y hasta Primero Justicia, que mientras se miran de reojo para darse la próxima zancadilla, apuestan a derrotar a la Revolución Bolivariana por la vía electoral, pero se hacen los mensos, unos más que otros, ante las avanzadas desestabilizadoras. Por otro lado, un trecho más a la derecha, está el sector que impulsa “la salida”, o sea, la conspiración abiertamente guarimbera con pretendidas conexiones militares, que se plantea derrocar al presidente Maduro por la vía de facto; esta cabeza, es y no es, según vayan o vengan las órdenes y dólares del Departamento de Estado de USA. Hace un par de meses, surgió el BUN o “Bloque de Unidad Nacional”, donde fueron a parar algunas facciones, micropartidos y personeros disgustados por el protagonismo que no lograron en la MUD: Pablo Medina y Bandera Roja, por ejemplo. Y está la MID, creada por la imputada María Machado, pública y notoriamente tutoreada por la embajada norteamericana, y el eterno precandidato a la presidencia Antonio Ledezma. Imposible no mencionar al cada vez más solitario reo Leopoldo López en busca de una constituyente cada vez más perdida y -caso patético- al mariscal de campo Jesús Torrealba, en caída libre que augura una estrellada meteórica.
Ahora tenemos esa nueva testa llamada UNO, representada por el espaldero de CAP, vicealmirante Iván Carratú Molina y Alberto Franceschi, quien, en uno de esos cambios incomprensibles de la vida, brincó del Partido Socialista y la Cuarta Internacional trotskista a ser el estratega de Proyecto Venezuela, cuando Frijolito I fue candidato en 1998, para recalar en AD, antes de su actual chiquero. Los máximos líderes de esta organización no se andan por las ramas. Con una originalidad que ya conocemos desde el “carmonazo”, llaman a establecer una junta cívico-militar como gobierno de transición. La mencionada pareja de comandantes sin tropa, desde sus trincheras (en twitter desde Miami), en afán de ganar notoriedad y picar en el descontento generalizado de la militancia opositora hacia sus representantes, arremeten a diestra y siniestra, a golpe y escupitajos, contra el gobierno revolucionario y la oposición en pleno. ¡Cómo si nadie les conociera la pisada!
¡Pero cuidado! No debemos equivocarnos ante el cuadro opositor descrito anteriormente. También como en la leyenda de la hidra mitológica, las miles de cabezas se ponen de acuerdo a veces, para triturar con sus fauces a la Revolución Bolivariana, sea por la vía electoral o la conspiración. Pese a tanto desorden, intereses egoístas, trampas mutuas y empujones por los dólares que les envían desde el exterior, a la derecha la unen factores comunes como el odio al pueblo bolivariano y el deseo de restituir el pantano puntofijista.
Sigamos trabajando rápido y sin descanso, profundizando las conquistas y enmendando las fallas que existan: el monstruo sigue al acecho.