Viejita a 5 años de tu partida, no puedo evitar dar un recorrido fulgurante por lo que fue mi vida a tu lado; una madre obrera cuyo sustento lo determinaba lavar y planchar en casa de alguien que te contratara, 1,50 reales te pagaban por unas enormes torres de ropa por lavar, más el desayuno y el almuerzo, como no tener presente estar a tu lado en el lavadero con el arduo trabajo del día, como no tener el retrato de aquel niño que comía su arepa bajo el lavadero, porque la patrona no permitía el servicio con niños; que días aquellos a tu lado, con tu sonrisa, tus caricias, tu don de gente y tu prestancia de mujer campesina; mi vieja tengo presente como me inculcaste el amor al trabajo, al salir al vender los pastelitos, las morcillas, los chorizos y las hallacas que elaborabas con tus manos para apoyar a mi viejo Bernal en el sustento de la casa. Fueron años duros pero hermosos cargados de sacrificios y con mucho amor; me traslado y siento la felicidad en tus ojos, cuando compramos la primera casita en la calle 13 del 23 de enero de San Cristóbal, allí estaba ese rancho de bahareque y bloque, construido al lado de una quebrada la Bermeja, fue ese nuestro primer hogar.
Melania, mi guerrera, la que jamás se rindió, la que nunca me abandonó, la que oró una y mil veces a la virgen del Carmen por mi protección, ante el ejercicio de mis ideas revolucionarias; madre aunque viniste aprender a escribir en la misión Robinson, gracias a la inclusión generada por el comandante Chávez, sabías la importancia del estudio y ahí estuviste, siempre exigente, severa, para junto a mi padre dejarme como herencia el producto del conocimiento.
Como no devolver la película mental y verte ubicada junto a mi sobrina Lennys y mi comadre Graciela, aquel día que partía hacia Caracas, ese día, se me llenaron los ojos de lágrimas, pero no lloré porque mi padre me enseñó que los hombres no lloraban y meses después en la EFOFAC en la primera visita, que dolor, que emoción, que día tan duro, tan lleno de sentimientos encontrados y tú ahí, con tu amor desbordado, abrazándome, tocando las orejas tostadas por el sol, acariciándome la cabeza y llenándome de tu ilimitado amor.
Madre, cuanto sufriste por mis ideales bolivarianos, por mis discursos encendidos de justicia que me generaron tantos problemas en la institución policial; como olvidar el 28 de noviembre de 1992 ante el fracaso de la rebelión cívico–militar, aquella llamada que te hice para darte fuerzas, se me partió el alma por hacerte sufrir, pero la patria me había llamado al combate, los millones de desposeídos como tú Melania, como millones de madres y de hijos pedían mi humilde aporte de soldado dela revolución y luego, la clandestinidad; aquel abril de 1993, con mi padre gravemente enfermo, sin poderlo ver por la vigilancia que sobre él prestaban los organismos de inteligencia del Estado, allá nos encontramos en Cordero y lloramos sin parar, unos veinte minutos en un abrazo interminable y profundo, es como si no nos fuésemos a separar más nunca, allí en ese corto espacio, trataba de explicarte a ti, humilde campesina, porque había cambiado mis privilegios de oficial, por el sacrificio de la clandestinidad, del riesgo de mi vida, por un ideal colectivo; como te hice sufrir mi vieja querida, mi alma, mi vida, mi todo.
Mi Vieja tantas cosas, detalles, anécdotas vienen a mi memoria, hoy cuando se conmemora el día de la madre y no te tengo a mi lado.
Este año quise hacerte la misa en mi barrio, Riveras de Torbes, pero no pude por la locura desenfrenada de unos pocos venezolanos, que en su afán de poder y ambición personal transformaron mi hermoso estado Táchira, en una locura, en la llamada guarimba; qué derecho se pueden abrogar unos, para conculcar el derecho de los demás, entre ellos el mío de poder celebrar la santa misa; el odio de unos pocos ha sido un obstáculo hasta para pisar otra vez el hogar que me albergo en mis días de niño y adolescente.
Hoy pudiera estar allá, pero para no caer en provocaciones y empañar un día tan hermoso, preferí limitarme a escribirte a los cuatro vientos, en medio de la rabia y el dolor, pero fortalecido en tu amor ilimitado; confío en que el sentido común y el respeto a la opinión ajena volverá y allí estaré otra vez en tu regazo, en mi casa de esperanzas mi vieja Melania, campesina y madre trabajadora como toda mujer venezolana, hoy estas junto a mi viejo Bernal y algunos amigos, yo sigo aquí en el camino donde me dejaste, tras mi sueño de consolidar la patria libre, soberana, de inclusión y justicia social que comenzó a construir el comandante Hugo Chávez, ese hombre a quien tanto amaste, con fervor de mujer de pueblo en nombre de los más humildes.
Mi vieja, podría escribir un poco de páginas y páginas, porque mi vida fue la tuya y a la inversa; nacimos el uno para el otro, desde el día que me trajiste al mundo hasta aquel 5 de abril del 2009 en que te elevaste al lugar de las almas buenas, como no quedar marcado por aquel último beso, que te di en el lecho de muerte y quedar impregnado para siempre de tu mirada, en aquellos ojitos que se apagaban, que día tan triste pero al mismo tiempo tú y yo sabíamos que habíamos vivido felices, el uno para el otro, 8 días después de ese beso, te fuiste para siempre permanecer viva en mi corazón, en mis acciones, en mi diario peregrinar.
Melania, solo decirte mi vieja, perdón por los dolores, las angustias que te di en vida, por seguir mis ideales y sueños, que tú también me enseñaste a forjar con tu ejemplo de cada día,en cada consejo, en cada caricia, en cada beso.
Aquí sigo mi viejita del alma, mi sol y mi esperanza, siempre erguido, sin bajar la cabeza como tú enseñaste, rebelde y orgulloso, siguiendo tu ejemplo al pie de la letra. Son muchos los obstáculos por vencer y duras las tormentas, pero tú me enseñaste a ser un guerrero de la vida y un triunfador de las batallas.
En este recordar de una vida sencilla, de un venezolano común, asumo también la honra a todas las madres que ya partieron y levanto a la vez una bandera muy en alto, por aquellas madres que aún tiene la gracia de compartir con sus hijos; más allá del pensamiento político que cada uno albergue, hago extensivo este escrito a los puros sentimientos de entrega, sacrificio que cada mujer genera desde su vientre y de su corazón, con la sincera esperanza y el ejercicio de vida política para que juntos seamos capaces de construir la patria grande, sin exclusiones, sin persecuciones, sin odios, la tierra que cada venezolano y venezolana merecemos.
Adiós mi vieja Melania Rosales, por ahora esta despedida, estos recuerdos que nos mantendrán unidos por siempre y seguro uno de estos días, cuando Dios así lo decida, nos volveremos a encontrar y continuaremos construyendo esa felicidad tan añorada por ambos.
Te amo siempre mi vieja Melania, donde quiera que estés.