La conspiración guarimbera ha sido derrotada. Por ahora, el haber obligado a la MUD a sentarse en la mesa pacificadora, terminó de aislar a los violentos, reorientando el camino del descontento opositor hacia el cauce democrático. No obstante, algunas señales nos previenen para un máximo estado de alerta ante futuras acciones y planes desestabilizadores.
Cierto, las guarimbas están derrotadas, pero los cerebros e intereses que las engendraron y alentaron, allí siguen. Los financistas y mentores que las apoyaron, ya comprobaron su fuerza destructiva y nada indica que no volverán a hacerlo en el futuro. Más aún, nuestra historia reciente demuestra como el extremismo opositor, incluso recurriendo al paramilitarismo, ha persistido a pesar de las sucesivas debacles e inoperancia de sus métodos para lograr el poder. A la conspiración del 11 de abril, siguió meses después el paro petrolero. Al “descargue su arrechera” de hace un año, continuó el llamado absurdo de plebiscito en las elecciones municipales de diciembre, preámbulo a su vez de la escalada fascista de calle de la que acabamos de salir.
Existe la posibilidad de que un sector minoritario desafecto, envenenado sin remedio por el discurso de odio generalizado de la derecha, continúe por la vía violenta. Mi presunción parte no solo de los ejemplos históricos anteriormente señalados, sino de la demostrada pretensión imperial de acabar con el proceso bolivariano al costo que sea, así como de la existencia una pequeña minoría privilegiada que ve amenazados sus intereses ante el rumbo socialista que le imprimimos a nuestro proceso bajo el liderazgo del Presidente Chávez. No aceptan el “Plan de la Patria” ratificado en dos elecciones, como tampoco las instrucciones del Comandante en el último Consejo de Ministros, con “El Golpe de Timón”, para profundizar la democracia socialista.
La vorágine violenta de calle sufre actualmente un reflujo evidente ante el rechazo de millones de venezolanos que preferimos dirimir nuestras diferencias a través del diálogo y las elecciones, pero logró, como nunca en estos 15 años de avance bolivariano, algunas ventajas a tener presente.
La minoría violenta demostró cómo; amparándose en la vocación de paz del gobierno bolivariano, la cobertura mediática internacional y una derecha cómplice con su silencio, pueden alterar el orden provocando la zozobra nacional. Alcanzaron sin duda, mejores niveles de articulación y experticia en el ejercicio del terrorismo.
Quiero que se me entienda bien. Confío plenamente en los diálogos de paz que conduce el Presidente Maduro; son la respuesta correcta y la única solución posible al enfrentamiento político planteado, pero no creo para nada en una oposición que ha hecho de la conspiración su práctica más constante. La confianza es buena, pero si se acompaña de la precaución es mejor.