Si en algo coinciden todas las aproximaciones a la biografía de Alex Saab que se han publicado en estos días, es en su condición de empresario. Pero con respecto al concepto mismo de empresario comienza a presentarse un fenómeno insólito: los factores políticos y mediáticos defensores del capitalismo, de la mano invisible del mercado y de la libre empresa, plantean en este caso la condición de empresario como algo turbio y delictual, lo condenan por haberse enriquecido haciendo negocios. ¿Extraño, no?
¿Qué pasa con Saab? ¿Por qué tiene esta rara suerte de ser estigmatizado si ha hecho lo mismo que todos los empresarios: ganar plata aprovechando oportunidades? Muy sencillo: hizo esos negocios contraviniendo la orden imperial de matar de hambre y otras necesidades a la gente de Venezuela.
Saab, un barranquillero de ascendencia libanesa, se compró todos los boletos en la rifa del odio de la élite estadounidense, de los especímenes vermiculares cubanos y venezolanos de Miami, de las obsecuentes y serviles oligarquías latinoamericanas, de la no menos obsecuente y servil oposición venezolana y de la “prensa libre”, que de libre tiene poco porque es pagada por el Departamento de Estado, la CIA, la Usaid o cualquier otra fachada imperial. Con semejante frente en contra, el hombre ha sido perseguido, difamado, torturado, detenido, enjuiciado y trasladado ilícitamente a EE.UU, donde los peores odios alimentan una gran hoguera jurídica y mediática.
Al imperio le molestó mucho que este señor se atreviera a desafiar el cerco que se le impuso a Venezuela, cuyo objetivo abierto era llevar a la población en general a un nivel insoportable de sufrimiento, para así generar un estallido social o una crisis política que le permitiera a EE.UU. poner en Miraflores a su títere favorito.
Saab ayudó a eludir las barreras ilegales y criminales del bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales y así poner en marcha el programa social Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que literalmente salvó de la inanición y mitigó la desnutrición de millones de personas pobres e, incluso, de clase media. También gestionó compras de gasolina y de repuestos para las refinerías afectadas por el estado de sitio al que EE.UU. ha sometido al país.
Con una desvergüenza muy propia, el imperio y sus lacayos ahora dicen que la persecución a Saab se debe, entre otras causas, a que ofreció al pueblo productos de mala calidad, peligrosos para la salud. Lo que se oculta acá es que, aun en el supuesto de que eso tuviese algo de verdad, la alternativa que estaba planteada, a la que se pretendió llevar al país, era la nada, cero alimentos, el hambre absoluta.
Lo que está ocurriendo con Saab es parte de la lógica malandra del hegemón mundial (que está en trance de perder esa condición, pero aún la ejerce): la de arremeter públicamente contra quien se haya atrevido a oponérsele, como forma de castigarlo y de amedrentar a los demás. Es lo mismo que hacen los capos de la mafia y sus derivados, los pranes de las cárceles y de los barrios sometidos a control del hampa.
El mensaje es claro: que nadie se atreva a hacer lo que hizo Alex Saab al tratar de eludir las medidas coercitivas unilaterales impuestas por EE.UU. a países que no le obedecen. El que se atreva, ya sabe lo que le va a pasar.
A Saab, en realidad, no lo persiguen por ser un empresario que se enriqueció “con base en una red opaca de contactos internacionales”. Si fuera por eso, prácticamente todo el sistema capitalista se quedaría acéfalo, pues el objetivo legal y legítimo de todo empresario en dicho modelo es enriquecerse (y si lo hace de forma obscena, más prestigio adquiere entre sus congéneres). Si EEUU de verdad estuviera persiguiendo a Saab por sus negocios turbios, antes de él tendría que secuestrar y llevar a prisión a todo su propio Estado Profundo y, en el caso de Latinoamérica, a la mayor parte de las élites empresariales y políticas. Pero, muy por el contrario, mientras más corruptas son esas élites, más apoyo encuentran en el país que se arroga el papel de policía, juez y verdugo planetario.
A Saab se le están afincando como ya lo hicieron con Julián Assange y Edward Snowden, porque un imperio (sobre todo si está en decadencia y perdiendo aceleradamente espacios de poder) no puede darse el lujo de permitir que alguien le haga un desplante a sus “leyes mundiales”.
Assange y Snowden, le mostraron al mundo las cloacas del sistema, vulnerando uno de los cimientos del sistema político estadounidense, como lo es el “derecho” de las élites a ocultarle información sobre temas fundamentales a toda su población. Por eso deben ser triturados en todos los sentidos (de ser posible, físicamente), para que cualquier otra persona que tenga la vocación de hacer lo mismo, se lo piense dos y más veces. Saab, por su lado, estableció mecanismos para eludir un bloqueo que pretendía rendir por hambre a un país entero. Y por eso debe ser sometido a los peores castigos. Para que nadie se atreva a desafiar de nuevo a Washington en sus “sanciones”.
No han cambiado nada los procedimientos imperiales. En los tiempos de la colonia española, en 1799, José María España fue “juzgado” por alzarse contra la Corona junto a Manuel Gual, en uno de los primeros movimientos emancipadores del país. Lo amarraron a la cola de un caballo, lo arrastraron hasta la Plaza Mayor (hoy, Plaza Bolívar) donde lo ahorcaron, decapitaron y descuartizaron. Su cabeza fue puesta en un palo en la entrada de la ciudad, la llamada Puerta de Caracas. Por cierto, la historia reseña que el mártir, poco antes de ser asesinado, dijo: “No pasará mucho tiempo hasta que mis cenizas sean honradas”.
El caso de Alex Saab ya está inscrito en la jurisprudencia global como uno en el que no quedó nada en pie: se violó toda norma de Derecho Internacional que podía ser violada.
Saab fue detenido ilegalmente, sin cumplir los requisitos establecidos para las órdenes de captura de Interpol.
Saab fue privado de libertad y sometido a juicio en Cabo Verde, a pesar de ser personal diplomático acreditado por la República Bolivariana de Venezuela. Este proceso judicial continuó pese a las decisiones en contrario de órganos de la justicia panafricana.
Saab fue “extraditado” a Estados Unidos sin que exista un tratado de extradición entre ese país y Cabo Verde.
Saab está siendo juzgado ahora en EE.UU, pese a ser representante diplomático venezolano y a todos los vicios previos de su detención y traslado.
Claro que no es la primera vez que EE.UU. ultraja toda la normativa internacional que se ha ido construyendo después de las dos guerras llamadas mundiales. Ya antes ha bombardeado países sin autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; ha invadido y destruido naciones enteras con base en falsedades; ha mantenido bloqueada a Cuba por más de 60 años, pese al repudio anual de la Asamblea General de la ONU; ha violado el derecho de asilo y la inmunidad de las embajadas… Saab ahora engorda el expediente de un imperio acostumbrado a actuar como el capo de la mafia.
Elaborado por: Clodovoldo Hernández / 01.11.2021
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