Después de los resultados electorales de la primera vuelta en el Perú, en el que se oficializa una segunda vuelta entre el candidato de izquierda radical, Pedro Castillo y la representante de la derecha populista, Keiko Fujimori, se puede lanzar la hipótesis de que el fujimorismo está cerca de volver al poder, ya que todo indica que la derecha peruana, en sus variadas expresiones, “cerrará filas” tras la defensa del modelo económico neoliberal, para ello incrementará los miedos de las clases medias afirmando de que se puede estar peor, ello a pesar de encontrarnos en medio de una auténtica catástrofe sanitaria, con más de cien mil muertos por el Covid-19 y el colapso de la economía popular.
En la primera vuelta la derecha con sus tres candidaturas visibles y definidas (Keiko Fujimori, Hernando de Soto y Rafael López Aliaga) perdía en una hipotética segunda vuelta frente a las candidaturas de la izquierda moderada (Verónika Mendoza) y del centro político (Yonhy Lescano), así lo evidenciaban los sondeos previos; es por ello que la derecha diseñó una estrategia, desde sus voceros políticos y mediáticos para destruir las opciones de Verónika Mendoza, recurriendo a discursos anticomunistas, al fantasma de la crisis venezolana y el famoso “terruqueo”(1).
En medio de esta agresiva campaña, Mendoza se vio en la encrucijada de apostar por la moderación, para calmar a las “clases medias”, atraer voto de los “liberales progresistas” y quizá algo del centro político; o también podía optar por radicalizar su discurso buscando capitalizar el descontento con el sistema político y el abandono a las clases populares durante la pandemia; optó por lo primero, la moderación, y tuvo un alto costo político, una mala lectura de la realidad le hizo creer que los votos de los sectores populares le pertenecían (2) y había que centrarse en el electorado urbano de la clase media.
Mientras la derecha y sus medios destrozaban a Mendoza, el candidato Pedro Castillo, que aparecía relegado en las encuestas, hacía campaña sin mayor preocupación ni cuestionamientos, libre del ojo mediático, desplazándose por las provincias del Perú y haciendo un discurso nacionalista y popular que Veronika Mendoza y su agrupación Juntos por el Perú (JP) había dejado de lado para agradar a las clases medias. Castillo comenzó a llenar los vacíos de la estrategia de campaña de JP.
Pedro Castillo, es candidato de Perú Libre (PL), agrupación que se define marxista pero que en el último tiempo no ha tenido reparos en llevar candidaturas asociadas a la derecha populista como Ricardo Belmont, conocido empresario “negacionista” que afirma que el Covid-19 no existe y que fue su candidato en la pasada elección municipal a la alcaldía de Lima. Este partido claramente defiende procesos políticos como el de Venezuela y Cuba, en muchos lugares o regiones ha hecho alianzas políticas con personajes y grupos de cuestionada trayectoria, a todo ello la derecha y sus medios no le prestaron atención, ya que PL y su candidato no resultaban un peligro para sus intereses y toda su “artillería” estaba enfocada en “bajarse” a Verónika Mendoza.
En las semanas previas a las elecciones se apreciaba el estancamiento de Mendoza, a pesar de su éxito en los debates electorales y la consistencia de su programa de gobierno, además de la seriedad que mostraba el equipo de técnicos y profesionales que la acompañaba, pero todo ello de poco sirvió, en los sectores populares el mensaje radical de Castillo, asociado a demandas como nacionalizaciones y a un conservadurismo moral arraigado en la cultura popular, había logrado ser asimilado como propio en las clases populares que estaban seriamente golpeadas por la crisis desatada por la pandemia. Quizá la campaña necesitaba más de una izquierda “populista” que una izquierda “responsable”.
El escenario no es el mejor, la derecha dura en todas sus variables es el 40% (3), y la izquierda solo un 27%(4), las candidaturas y los votantes de “centro” parece que oscilarán entre el votar nulo/blanco o apoyar a Keiko Fujimori, presentándola como el “mal menor”, para ello aprovechará de miedos – algunos fundados – sobre la informalidad del candidato, el caos que significaría su elección, la ausencia de equipo de gobierno y los supuestos vínculos que tuvo durante su época de dirigente sindical en la huelga magisterial del año 2017 con facciones radicales relacionadas con el grupo terrorista Sendero Luminoso (5).
La izquierda agrupada en torno a Verónika Mendoza y la alianza Juntos por el Perú (JP) no tiene otra opción que entablar puentes de diálogo con Pedro Castillo y Perú Libre (PL), es quizá la única forma de incorporar sus demandas e influenciar en el programa de Castillo de cara a la segunda vuelta, y también PL necesita del equipo, técnicos y profesionales de JP para entrar al debate, demostrando que son viables y sostenibles sus propuestas para salir de la crisis y reencaminar el país. Tanto JP como PL tienen coincidencias, tendrán que postergar sus diferencias y trazar una agenda común que vaya más allá de la segunda vuelta y se dé tanto en un posible gobierno como en el parlamento, aún – incluso – siendo oposición al fujimorismo en caso de que este ganase la elección.
Para acercar posturas, Mendoza tendrá que asumir un liderazgo fuerte, tendrá que calmar o neutralizar a los sectores más moderados y liberales de su agrupación, que no quieren una alianza con Castillo por su perfil conservador en temas morales. Pero es el sector liberal de JP el que menos autoridad tiene en este momento, gran parte la militancia de izquierda los señala como los responsables del fracaso de la candidatura de Mendoza al haber conducido la estrategia de moderación y desconexión con las clases populares, agregando a lo anterior que sus propuestas relacionadas a temas como el matrimonio entre parejas del mismo sexo, la ley “trans”, o el aborto no generan mayorías ni grandes apoyos y por el contrario perjudicaron a su candidata.
Castillo tendrá que articular un discurso con mayor contenido, pasar de la consigna de agitación a una propuesta coherente que refleje voluntad y capacidad de ser gobierno, dirigir un país no es conducir una huelga. Para ello necesita equipo de gobierno, el cual – es evidente – que carece, asimismo tendrá que aclarar las dudas de la población respecto a las vinculaciones que se le han hecho con el grupo terrorista Sendero Luminoso, esto se traduce en que de inmediato deslinde con el senderismo y lo condene públicamente, buscando un acercamiento con los organismos de derechos humanos, que serán fundamentales en la campaña contra el fujimorismo y lo que representa (6).
El panorama no es alentador, la derecha parte de un piso electoral superior al de la izquierda, se vienen épocas de lucha e inestabilidad, pero está demostrado que en el Perú los escenarios políticos cambian con facilidad. Las direcciones de JP y PL tienen que estar a la altura de la historia y de las demandas del pueblo, el sufrimiento de las clases populares y la necesidad de un nuevo modelo de país y sociedad, que empieza por superar el neoliberalismo, lo exige.
Fuente: Carlos Aguilar del Carpio, docente universitario y doctor en Comunicación en Perú.
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