“Delcy la de Jorge, la tuya y la nuestra, la de los sin voz”
En el Oriente venezolano, es normal cuando se pregunta por alguien decir: Ando buscando a fulano el de fulana. En el caso de Delcy Eloína Rodríguez Gómez, a quien conocí pequeñita en aquel apartamentico de la UD-3 de Caricuao’, ahora la veo gigante hablándole al mundo y defendiendo como leona a su Patria Venezuela.
Aquella niña de ojos saltones como los de su padre el maestro Jorge, la escuché desgranando las ideas que la conceptúan como una militante revolucionaria, digna de su estirpe paterna. Estaba allí, en las Naciones Unidas (ONU), cantándole a Donald Trump y sus aliados, las verdades de la Venezuela que lucha y se resiste a ser maltratada por las políticas supremacistas del águila imperial.
Delcy Eloína, llamada así por su señora madre guara de Barquisimeto y su dulce abuela caquetia de Carora, lanzando al aire sus ímpetus, iba demoliendo uno a uno los embates del hegemon trumpista haciéndolo morder el polvo, en un discurso breve y sencillo pero profundo, fresco como los aires que reinan en nuestro Caribe luminoso, cómo gustaba decir Carmelo Laborit.
Morena como el cacao y el café, que se cultiva en las montañas de América Latina, Delcy era expresión de un mundo multilateral y pluripolar, que enfrenta las posiciones unilaterales y unipolares, propias del pensamiento único, de fascistas y autoritarismo, de quienes se creen amos del planeta.
En el discurso de la Vicepresidenta venezolana, se escuchaba el silbido de la espada de Bolívar tramoleando por encima de nuestras edades, brillando en lo más alto de Los Andes latinoamericanos.
Las atrocidades y crímenes imperiales; las pretensiones serviles de los gobernantes colombianos; el mesianismo de Bolsonaro en sus planes de mercantilizar la Amazonía; las más de 350 acciones injerencistas contra Venezuela; las agresiones contra Cuba y Nicaragua; las sanciones contra Rusia y la guerra arancelaria contra China; los planes para invadir a Irán; las acciones de exterminio contra el pueblo palestino. Todo ello y más, fue denunciado por esta mujer valiente, heredera de Manuela Sáez, de Juana Ramírez, de Josefa Camejo.
Llamó a la ONU a jugar un papel más proactivo en defensa de los pueblos del mundo que aspiran vivir con dignidad, en respeto de sus soberanías y en Paz. Una nueva ONU debe nacer. Estas Naciones Unidas, herencia de la Segunda Guerra Mundial, tiene que dar paso a las nuevas realidades geopolíticas, donde se reconozcan y respeten a los actores, por más divergentes que sean sus gobiernos y políticas.
Delcy la de Jorge, la tuya y la nuestra, la de los sin voz, tronó y alumbró como el relámpago del Catatumbo, y entre aplausos merecidos, esparció su dulzura latina en el recinto inmenso de esa especie de Torre de Babel que es las Naciones Unidas.
La voz de Delcy sonaba a indignación ante las mentiras y el lacayismo y eso, indignarse, es un valor precioso como afirma Stéphane Hessel, porque cuando uno se indigna ante la maldad, se convierte en militante fuerte y comprometido. En sus palabras asistimos a una heroica resurrección de las ideas perdidas.
Delcy nos recordó que todos juntos debemos velar porque nuestra sociedad sea de la que podamos estar orgullosos. Frente a los estragos perversos que causa esta economía globalizada, monopolizada, los pueblos pobres del mundo deben comprometerse para vencer las dificultades y peligros de hoy y del mañana.
De aquella guaricha de Caricuao’ que acompañó a su padre en homenaje de todos en el Aula Magna, brotan ahora discursos que son arengas conductoras de pueblos. Es la superación audaz que sin temor alguno rompe cascarones para dar nacimiento a la verdad que molesta pero que es necesaria como la canción del Cantor del Pueblo Alí Primera.
En la de Jorge tiene Venezuela su lucero mañanero, tiene la flor olorosa, al soldado que vela las Armas de su Patria en actitud quijotesca. Frente a las guerras imperiales que no reconocen reglas ni límites, ante el querrequerre de Trump, Delcy Eloína demostró con su discurso lleno de verdades, de que estamos hechos las y los venezolanos, es cocido en la cálida tibieza del fuego sagrado de nuestros libertadores. Delcy dijo en la ONU lo que tenía que decirse.
Elaborado por: Félix Roque Rivero, (septiembre de 2019).
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