Sin duda que las recientes elecciones norteamericanas, a mediados del período presidencial, donde se renovó toda la Cámara de Representantes, un tercio del Senado y 36 gobernadores, obteniendo un importante triunfo y mayoría el Partido Republicano, traerán cambios en la conducción de algunas de las políticas del gobierno de los EEUU, muy particularmente, por lo que este triunfo de la ultra derecha más conservadora pudiera influir en los resultados de las próximas elecciones presidenciales de 2016.
Los cambios se verán más claramente, en la política interna; bien sea, por ejemplo, en materia de migración, economía local o de “seguridad social” en el sistema privado de salud, tres de los temas, que según las encuestas, eran los que más incidirían en los recientes resultados electorales. Por supuesto, cambios que no afectasen las áreas referidas a la “Seguridad y Defensa Nacional”, como las de política internacional y la supuesta obligación de EEUU de jugar el rol de gendarme mundial de la “democracia” y del “modo de vida occidental”, porque estos temas quedarán, como siempre, reservados a los intereses no de sus senadores, representantes, ni gobernadores, o de sus aliados, ni siquiera a los del propio Presidente de los EEUU -como lo ha demostrado hasta la saciedad, de forma dramática y a la vez risible, el “Premio Nobel de la Paz” Obama-, ni mucho menos de la sociedad estadounidense, sino del complejo militar-industrial estadounidense, que es quien define qué se hace en materia de política económica global y exterior, para que favorezca la estrategia y designios de esa inmensa maquinaria económica-financiera, cultural-comunicacional, de guerra y muerte imperial, que dirige a los EEUU y buena parte del planeta. Todo lo cual, sumado a la escasa participación electoral de casi un tercio del electorado, hace suponer que estamos ante otra farsa para “refrescar” el maltrecho modelo de “democracia ejemplar” norteamericana.
La política exterior imperial, hegemónica, depredadora y expoliadora, seguirá siendo la misma. Como lo indica, la clara referencia dada por el compatriota analista Atilio Borón en su reciente publicación “El ALCA: para no olvidar”, quien nos refiere a Zbigniew Brzezinski, una suerte de Henry Kissinger contemporáneo de Barack Obama, el que establece los tres grandes principios orientadores de la estrategia geopolítica norteamericana: “primero, impedir la colusión entre -y preservar la dependencia de- los vasallos más poderosos en cuestiones de seguridad (Europa Occidental y Japón); segundo, mantener la sumisión y obediencia de las naciones tributarias, como las de América Latina y el Tercer Mundo en general; y tercero, prevenir la unificación, el desborde y un eventual ataque de los “bárbaros”, denominación ésta que incluye desde China hasta Rusia, pasando por las naciones islámicas del Asia Central y Medio Oriente”.
La mejor validación de lo anteriormente afirmado, ha sido la histórica conducta agresiva, intervencionista y belicista de los gobiernos demócratas, autocalificados de progresistas y respetuosos de los DDHH, incluyendo el del mismo derrotado Obama que había ofrecido cerrar la Base Naval de Guantánamo, como centro paralegal de secuestro y tortura de USA, promesa que no pasó de ser un anzuelo electoral para incautos, y un vulgar mentís de su condición de demócratas “palomas”. Bastaría tan solo recordar las diversas agresiones, golpes militares, conspiraciones e invasiones en nuestro continente o en otras partes del mundo, de gobiernos presididos por demócratas o los “halcones” republicanos, para concluir fácilmente, que la condición de agresores sistemáticos a la soberanía de nuestros pueblos e irrespeto de sus propias expresiones democráticas, es un mácula común de los gobiernos yanquis, sin importar el matiz político partidista.
No obstante lo anterior, no deja de preocupar, la arrogancia imperial reiterada de los fascistas republicanos, como la del senador Marcos Rubio que, en “visita oficial” a Bogotá (¿siempre desde Colombia?), adelantó la propuesta de solicitar más sanciones contra el gobierno de Venezuela ante el renovado Congreso estadounidense, adelantando además que podría aspirar a ser también candidato presidencial republicano para el próximo período, amenazando que podría disputarle la presidencia de EEUU a la precandidata demócrata -multimillonaria y también muy amiga de Wall Street-, Hillary Clinton, lo que pudiese influir en una competencia cada vez más camorrera y belicista, en el 2015, por parte del actual gobierno demócrata. Seguro que para ello contará con otros desquiciados congresistas conocidos por sus posiciones de extrema derecha, como los del Tea Party, o la trastornada Ileana Ros-Lehtinen, ahora con mayoría en ambas cámaras, a los que harán coro los “agentes libres” Roger Noriega, Otto Reich, Ricardo Haussman, Moisés Naím y los “internacionales” Salvador Romaní, José María Aznar y Álvaro Uribe, todos ellos muy amigos y complotados con la MU$, y particularmente para fomentar la parapolítica, crímenes guarimberos y el narcoparamilitarismo, con sus “líderes” Capriles, López, Smolanski, Ledezma y la Machado, conforme a informes de inteligencia, y a lo denunciado por voceros venezolanos y extranjeros recientemente, entre ellos el bloquero Percy Alvarado Godoy y el periodista José Vicente Rangel. Esperemos, entonces, que los ataques y la conspiración se redoblen en el venidero año, mucho más ante el reto electoral legislativo que debemos afrontar.
De todas formas, en Nuestra América seguiremos unidos, redoblando esfuerzos coherentes con el legado del invicto Comandante Hugo Chávez, para cosechar nuevos triunfos y victorias como los de Nicolás, Evo, Dilma y Tabaré, junto a la participación protagónica y organizada de nuestros pueblos, para que podamos impedir el intento imperialista denunciado por el presidente Rafael Correa, al señalar: “La Revolución está bajo asedio, no nos engañemos. La derecha ha puesto en marcha un manual, el manual del golpe blando. Se ha juntado la estrategia de la restauración conservadora y la desesperación de algunos partidos políticos”.