Nuestra revolución es, hasta ahora, el primer ensayo victorioso de lograr el socialismo por la vía democrática en el mundo. La otra excepción, aplastada a sangre, fuego y traición fue la de Chile, liderada por el compañero presidente Allende.
Justamente esa condición inédita es la que nos obliga a estar en constante actitud de crítica y autocrítica ante el devenir político. A eso se refirió el Comandante Presidente Chávez cuando hizo el llamado a la REVISIÓN, RECTIFICACIÓN y REIMPULSO.
Harto del discurso político vacío se insurreccionó el pueblo el 27 de febrero de 1989. Fue por no tener una actitud complaciente ante el mal gobierno que insurgieron los militares patriotas en febrero y noviembre del 92. Fue la prédica contra la ineficiencia del Estado, la corrupción y la sintonía con el clamor crítico popular -frente a una burguesía que se negaba a ver sus desafueros-, la que nos llevó a ganar las elecciones presidenciales en el 98. Entonces ¿por qué temer ahora a revisar nuestras fallas?
Hay quienes se crispan cuando ventilamos nuestras deficiencias en público. Reconocer los errores, como tantas veces hizo Bolívar para imponerse ante desvíos y dificultades, es el primer paso para superarlos.
Vergonzoso es el ejemplo de AD y Copey que hundieron al país en la desigualdad y la ineficiencia gubernamental, sin el más mínimo asomo de contrición. Hasta ahora, no hemos escuchado a ninguno de los adalides del puntofijismo, criticar el camino de pillerías cometidas durante 40 años por la casta política dominante, menos la demencial y depredadora acumulación de capital de una oligarquía que gozó de la renta petrolera. Lanzan su veneno contra el gobierno revolucionario pero obvian angelicalmente el prontuario de la mafia adeco-copeyana. Algunos petimetres neofascistas y tránsfugas, se desmarcan de los viejos políticos sinvergüenzas, para terminar proponiendo la vuelta al pasado. A los revolucionarios no nos sucederá igual: hablamos y luchamos con la verdad. ¡Tengan por seguro, señores contrarrevolucionarios, que la revolución acabará con las marramucias que les heredamos!
Los avances logrados son insuficientes: exijámonos la utopía. Necesario es reconocer la apremiante transformación de la maquinaria burocrática y clientelar del Estado, por un instrumento eficiente al servicio del pueblo y la revolución. Urgente que alcaldes y gobernadores presten atención diligente a los reclamos del partido y el pueblo, para no incurrir en errores y deficiencias, como yo, que siendo Alcalde, no pude cubrir todas las expectativas populares, y cumplir las instrucciones del Comandante Presidente; entendiendo que esta es una democracia protagónica y somos servidores públicos elegidos para cumplir un mandato y no para imponer a su arbitrio, ignorando al poder popular. Imperativo olvidar apetencias y rencillas internas que se sobreponen a la exigencia histórica de unidad de los explotados.
Vital es la crítica constructiva y fundamentada que establezca responsabilidades concretas y correctivos adecuados. Estratégico repotenciar el partido, depurándolo de vicios y ampliando la democracia interna. Es lo que el pueblo revolucionario espera. Por supuesto que tenemos a los enemigos –los Poleo, los Petkoft, el Nazional, Globoterror- para tergiversar, intoxicar y dividir al partido, y en lo interno, a los alcahuetes que le hacen eco, tomando como argumento cada autocrítica, para seguir corroyendo las bases del socialismo fomentando el chisme y la maledicencia, pero tampoco por ellos debemos temer a decir la verdad. La mentira es restauradora del pasado, solo favorece a la reacción.
A propósito, oportuno es citar al Comandante Fidel, en entrevista de Ignacio Ramonet:
“Nosotros confiábamos en la crítica y en la autocrítica, sí. Pero eso casi se ha fosilizado. Ese método, tal como se estaba utilizando, ya prácticamente no servía. Porque las críticas suelen ser en el seno de un grupito; nunca se acude a la crítica más amplia, la crítica en un teatro por ejemplo, con cientos o miles de personas. […]
Hay que ir a la crítica y a la autocrítica en el aula, en núcleo y después fuera del núcleo, en el municipio, y en el país. […]
No tengo miedo de asumir las responsabilidades que haya que asumir. No podemos andar con blandenguería. Que me ataquen, que me critiquen. Sí, muchos deben estar un poco doliditos… Debemos atrevernos, debemos tener el valor de decir las verdades. No importa lo que digan los bandidos de afuera y los cables que vengan mañana o pasado comentando con ironía… Los que ríen último, ríen mejor.
Y esto no es hablar mal de la Revolución. Esto es hablar muy bien de la Revolución, porque estamos hablando de una revolución que puede abordar estos problemas y puede agarrar al torito por los cuernos, mejor que un torero de Madrid. Nosotros debemos tener el valor de reconocer nuestros propios errores precisamente por eso, porque únicamente así se alcanza el objetivo que se pretende alcanzar”.
Para terminar recordemos al Comandante Chávez cuando nos dice: “Les pido que le den la cara al pueblo. Tenemos que asumir las fallas públicamente, es necesario asumir responsabilidades, eso hace un revolucionario. No podemos tomar la senda de las mentiras si queremos hacer una verdadera revolución”.
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